El placer de leer: El olor de los libros de Guillermo Pacheco Pineda

Él entraba todas las tardes a la biblioteca. Llevaba un terno oscuro mal planchado y un portafolio de cuero. Sin embargo, lo que llamaba mi atención era el ritual que seguía en cada visita: toma un libro del estante, lo hojeaba rápidamente y, sin más, olía las páginas con un fervor casi enfermizo. Llegue a pensar que estaba loco, aunque descarté la idea por su actitud y su andar pausado. Hace unos días lo descubrí llorando-luego de su acción cotidiana-y decidí investigar. Hoy, mientras investigaba antiguas encuadernaciones, lo he visto en antiguas fotografías. El visitante es un políglota y erudito, que según se indica, ha preferido en lo posible el anonimato. También he podido saber que, por causas aún desconocidas, no recuerda el significado de las palabras, ni como leerlas. Ahora entiendo que su mayor consuelo se encuentra, únicamente, en el olor de esas páginas.

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